Vivimos ‘tiempos recios’ que diría santa Teresa. Cada día
leemos en los periódicos que hay más y más familias que viven bajo el umbral de
la pobreza. Y nos preguntamos: si nuestro planeta tiene recursos para alimentar
a todos, si hay riqueza, no digo ya suficiente, sino sobrada, para atender a
todos, ¿por qué son tantos los que sufren hambre?
En el fondo, las causas no nos son desconocidas. La famosa ‘crisis’
que atraviesa España (y, en general, Europa y América) es, en el fondo, un
simple reflejo de la cultura carente de ética que hemos ido desarrollando a lo
largo de las últimas décadas. La crisis económica no es más que un pequeño
aspecto de la gran crisis moral que asola el mundo. Sé que esto suena muy
pesimista, pero me parece bastante acertado decir que los hombres sufren… a
causa de los hombres. No podemos achacarlo a males endémicos, a catástrofes
naturales o a invasiones interplanetarias. No, simplemente, nosotros solitos nos
bastamos para cargarnos nuestro planeta y nuestra civilización.
Hubo un tiempo, no muchos años atrás, en el que los hombres
pensaron que se podía progresar económica, tecnológica y científicamente, sin
tener en cuenta que progreso y desarrollo son incompatibles con la falta de
respeto a la vida y a la dignidad del ser humano.
Se ha considerado ‘progreso’ la promulgación de ciertas leyes que
atacan la vida. En EEUU, país líder por excelencia, su presidente no sólo es
abortista, sino que se declara a favor de dejar morir sin atención médica a los
niños que nacen vivos después de haber intentado asesinarlos a través del
aborto. Simplemente este hecho ¿no debería habernos puesto en guardia y
habernos hecho pensar que un mundo que trata así a sus hijos es un mundo que
está gravemente enfermo?
En España, el Partido Popular que hoy gobierna, aprobó en
otra legislatura la investigación con embriones. Usar seres humanos para
investigar ¿no es una atrocidad? ¿No es esto acaso sintomático de una política
corrompida?
Sabemos que son muchas las personas que invierten sus riquezas en pesticidas humanos como la píldora RU-486, en aspiradores humanos
para practicar abortos, en clínicas para realizar esterilizaciones forzadas, en
poner al alcance de los niños libros que promocionan aberraciones sexuales. Y
no son personas aisladas, son auténticos grupos de presión que cuentan con el
apoyo de Estados y gobiernos que, mayoritariamente, se autodenominan
democráticos. ¿No es esto el síntoma de una gran sepsis moral?
Y sabemos que la sepsis a menudo es potencialmente mortal.
Luego nuestra sociedad está gravemente enferma. ¿Estamos en proceso de
curación? Me temo que aún no, y no lo estaremos hasta que comprendamos que el progreso,
la riqueza y el desarrollo son incompatibles con la falta de respeto a la vida
y a la dignidad de la persona. Volvamos a lo único que aún puede salvarla.